La Ruta de la Seda es uno de los ejemplos más claros de la importancia que el comercio ha tenido en el desarrollo económico y social de la humanidad. Cuando hace más de veinte siglos las caravanas recorrían esta ruta, lo hacían cargadas de sedas, lacas, jades… productos preciosos, pero no perecederos. Poco podían imaginar aquellos comerciantes que, hoy en día, es posible disfrutar en Europa de mariscos de Alaska o comer en verano naranjas que nos llegan desde Sudáfrica, por ejemplo. También, si hablamos de cuestiones más vitales, hoy es posible proporcionar tratamientos personalizados para enfermedades específicas aun cuando se requieran transportes largos y medidas estrictas de conservación.
Y todo ello gracias a la cadena de frío, un sistema que busca el mantenimiento de condiciones de temperatura idóneas y estables a fin de mantener las cualidades de ciertos productos fundamentales para la vida como es el caso de alimentos, medicamentos, trasplantes de órganos, y de otros importantes desde el punto de vista social y comercial como flores, obras de arte o productos químicos.
El suministro estable de frío consta de varias fases, entre las que se encuentran el transporte, la manipulación, la conservación y el almacenamiento. La gran responsabilidad de los profesionales del sector reside en el correcto mantenimiento de los equipos de refrigeración y controladores de temperatura presentes en cada fase del procedimiento. La ruptura de la cadena puede tener importantes consecuencias sobre la salud y el bienestar de la población, además de provocar grandes pérdidas económicas en sectores claves para la economía como la alimentación.
El frío –ya sea mediante refrigeración o congelación- se utiliza para inhibir la acción de microorganismos que causan la descomposición y mantienen las propiedades sensoriales productos como los alimentos o las flores (olor, sabor, textura). Cada producto a conservar requiere de unas condiciones de temperatura específicas. El reto es mantener la estabilidad en la temperatura que cada uno de ellos precise y hacerlo en los diferentes lugares en el recorrido del producto hacia el punto final de consumo.
Los principales pasos de la cadena del frío son los almacenes frigoríficos, los transportes refrigerados y las cámaras de conservación o muebles frigoríficos en supermercados u hospitales. Por supuesto, no cabe olvidar la responsabilidad en los hogares y la gran ayuda de los frigoríficos para el bienestar y la seguridad alimentaria. En los pasos industriales, la tecnología ha venido a aportar garantías de seguridad en todos los puntos de la cadena gracias a los controladores automáticos que permiten detectar en tiempo real cualquier desajuste en la temperatura. A pesar de ello, no cabe olvidar la importancia del mantenimiento y de poner este tipo de instalaciones en manos de instaladores profesionales autorizados: formación y profesionalidad son las claves para una buena cadena del frío en beneficio para todos.