La sustitución de sistemas antiguos de frío por nuevas instalaciones frigoríficas que incluyen elementos de control pueden obtener ahorros energéticos superiores al 30% en instalaciones industriales; además de beneficios medioambientales como la eliminación o reducción de los impactos de los gases refrigerantes y la mejora en las condiciones de operación y mantenimiento. El impacto de la renovación tecnológica afecta también a la economía de las empresas, con un aumento de la productividad y la calidad por el mejor control de los parámetros energéticos. También destaca la recuperación del calor producido por los compresores de los nuevos sistemas, que evita arrancar los generadores de calor (como las calderas) con la reducción de costes que esto implica.
El proyecto europeo ICCEE (Improving Cold Chain Energy Efficiency), cofinanciado por el programa Horizonte 2020 de la Unión Europea, sitúa el foco en la mejora energética de los sistemas de frío destinados a los subsectores de la industria alimentaria caracterizados por altas necesidades de frío – como el lácteo, cárnico, frutas y verduras y zumos -, ya que tienen elevados consumos energéticos en refrigeración a lo largo de toda la cadena y pueden generarse ahorros energéticos sustanciales. El proyecto se desarrollará hasta el año 2022.
Existen ya numerosos casos de éxito que fueron presentados en la última conferencia sobre industria eficiente de los World Sustainable Energy Days (WSED 2020) celebrada en Wels (Austria). Allí, la consultora energética española, Escan, que desarrolla acciones conjuntamente con la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB), presentó varios ejemplos centrados en el sector cárnico que refrendan la importancia de renovar el parque de las instalaciones de refrigeración por los beneficios medioambientales y económicos que aportan las nuevas tecnologías.
El sector industrial de alimentación y bebidas (IAB) es el mayor sector manufacturero de la UE en términos de empleo, valor añadido y comercio exterior. En los últimos 10 años, las exportaciones de alimentos y bebidas de la UE se han duplicado, alcanzando más de 90.000 millones de euros y contribuyendo a un saldo positivo de casi 30.000 millones de euros.